Del maquillaje y el brillo que nos da

Maquillarse muchas veces es visto como un acto vanidoso y sin sentido, sobre todo por parte del género masculino, pero es una actividad que, simbólicamente, a muchas de nosotras nos aporta  más.  

Mary Arroyo | Perspectiva M

Ciudad de México (Perspectiva M). – “¿Por qué te pintas? Las mujeres se ven mejor naturales”, “¿Quién gastaría en ponerse uñas en las uñas? Es una tontería”, “Lo bueno que a mí no me gusta andar de vanidosa, soy mejor que mis compañeras, que nada más hablan de maquillaje”. Son algunas de las frases que se pueden escuchar o leer en el día a día

En realidad, yo no creo que nadie sea mejor por maquillarse, por ponerse uñas o no o por pintarse o no el cabello: considero que son expresiones de la individualidad de cada persona y de sus gustos.

Desde niña me gusta usar maquillaje: es colorido, es divertido, da a tu apariencia múltiples posibilidades.

Cuando iba en secundaria era mala para maquillarme, ya que la inseguridad me hacía creerles a mis compañeras que no se me veía bien nada, si acaso, sólo utilizaba delineador negro, aunque las sombras y los labiales siempre me han fascinado.

Cuando entré a la preparatoria a mi novio no le gustaba que me pintara, así que dejé de hacerlo por cinco largos años.

Y, cuando por fin fui libre de esa relación, entonces comencé a hacerme de mi material y a experimentar con todo, encontrando el estilo con el que me sentí más cómoda.

Además de eso, con el paso de los años también me he puesto uñas, me he hecho tratamientos en el cabello y lo he cortado y teñido y he tomado una rutina de cuidado de la piel…

Honestamente, para mí el maquillaje (y el arreglo personal en general) es más que una vanidad o que un capricho: es parte de tener fortaleza y ánimo de vivir.

Durante varios años pasé por depresiones y crisis de ansiedad, así como por otros momentos muy duros (muerte de familiares, situaciones de violencia, crisis,) y, aunque tenía grandes dolores por dentro, sacaba las fuerzas para bañarme, peinarme, vestirme y maquillarme: verme con accesorios lindos, con un color de labios intenso, con sombras hermosas o con delineadores que acentuaban mis ojos era algo que me daba motivación para seguir adelante.

Había días muy oscuros, pero, en ellos, ver mis uñas pintadas con un color alegre significaba la salvación.

Claro, también hay días que me gusta andar sin arreglar y, claro, sé que no hay nada más hermoso que la belleza natural y tampoco es que utilice cosméticos exageradamente.

No obstante, el maquillaje, y el arreglo personal en general, me recuerdan lo que significa la fortaleza de no estar derrotada: ni por un hecho terrible, ni por la cotidianidad, ni por una pena o por dolor: los colores, los aromas y la textura de cada vestimenta, accesorio o producto de belleza me recuerdan que estoy viva y que puedo brillar aún en el momento más oscuro.

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